
Introducción
Desde que empecé la universidad, he tenido que enfrentarme no solo a nuevas materias, sino también a nuevas personas, formas de pensar y maneras de convivir. Y no voy a mentir: no siempre ha sido fácil. A veces surgen roces, malentendidos, discusiones pequeñas que terminan sintiéndose grandes. Antes pensaba que los conflictos simplemente “pasaban”, pero en una clase aprendimos que detrás de cada conflicto hay factores internos y externos que se cruzan, y eso me hizo reflexionar bastante.
Lo interno es lo que cada uno lleva dentro: nuestras emociones, actitudes, valores, autoestima, entre otras cosas. Lo externo es el entorno que nos rodea: las reglas, la cultura, las normas sociales, la presión del grupo, el contexto. Cuando estos dos mundos se mezclan sin equilibrio, es muy probable que aparezca un conflicto.
En este escrito quiero compartir lo que he ido entendiendo sobre cómo estos factores se relacionan, usando ejemplos reales o cosas que he sentido. Porque hablar de conflictos no es solo hablar de problemas, también es una forma de conocernos mejor.
Desarrollo
Una de las primeras conexiones que noté es cómo las emociones (internas) se relacionan directamente con la convivencia (externa). Por ejemplo, si estoy estresada por algo personal —quizá una discusión con mi familia o me fue mal en una clase— y alguien del grupo hace una broma, aunque sea inocente, me puede caer mal. No porque la otra persona haya sido grosera, sino porque yo ya estoy emocionalmente cargado. Y eso, aunque no lo parezca, puede escalar muy rápido.
También he sentido cómo la autoestima influye mucho en los conflictos, especialmente cuando hay egos muy fuertes o un ambiente muy competitivo. Cuando uno no se siente suficiente o tiene inseguridades, cualquier comentario se puede interpretar como un ataque. He estado en trabajos en grupo donde algunos compañeros quieren brillar más que los demás, y si uno no tiene una autoestima firme, se siente apagado, juzgado o incluso inútil. Y ahí empieza la incomodidad.
Otra conexión clara es entre la actitud personal y las normas del entorno. Si me siento motivada, con buena energía, tiendo a aceptar mejor las reglas del grupo o del profesor. Pero cuando me siento frustrada o simplemente “no tengo ganas”. me pongo a la defensiva. Cualquier norma pude causarme molesta, siento que todo es injusto o exagerado, y mi actitud se vuelve más conflictiva. Me he dado cuenta de que no siempre es culpa de las reglas, sino de cómo yo estoy internamente este es un claro ejemplo donde la conducta, la relaciona interna pude hacer que mi conducta cambie y no sea la misma que la de costumbre.
También me hizo pensar mucho cómo los valores personales pueden chocar con la cultura o la religión de otras personas. Todos venimos de familias distintas, con ideas distintas, y a veces eso se nota. Me pasó una vez que di mi opinión sobre un tema sensible y un compañero reaccionó muy mal. Luego entendí que él tenía otras creencias, y aunque no quise ofender, mi comentario lo tocó profundamente. Ahí comprendí que, además de defender mis valores, tengo que aprender a escuchar los de los demás.
Otro cruce importante y creo que es fundamental es la percepción interna con el contexto o la época. A veces juzgamos algo desde cómo nosotros lo vemos, sin darnos cuenta de que el mundo está cambiando. Por ejemplo, temas como la inclusión, el lenguaje o los derechos se hablan más abiertamente hoy. Si me quedo con ideas viejas o con una percepción cerrada, puedo generar conflicto sin querer. Me he dado cuenta de que entender el contexto ayuda mucho a evitar malos ratos. Las carencias personales, como la necesidad de aprobación o de afecto, se mezclan con la presión social o el estatus. Cuando uno se siente “menos” o fuera de lugar, es más fácil entrar en conflictos por celos, inseguridad o simplemente por no sentirse parte del grupo. Me ha pasado querer demostrar algo solo para encajar, y eso al final me ha generado más ansiedad que conexión.
La motivación interna se puede ver afectada cuando hay demasiada competencia externa. A veces uno está entusiasmado con un proyecto, pero si siente que todos están compitiendo o que no valoran su esfuerzo, esa motivación se va apagando. He sentido frustración cuando trabajo duro y no se nota, y eso me ha hecho discutir o distanciarme de personas sin querer.
Conclusión
Después de reflexionar sobre todo lo que pude generar conflictos, entendí que no son simples choques entre personas. Son el resultado de muchas cosas que se cruzan: lo que sentimos, pensamos o vivimos por dentro, con lo que nos exige o nos presenta el entorno. Y a veces ni siquiera somos conscientes de eso.
Como estudiante actualmente , puedo resalta que este tema cambio mi manera de ver el conflicto. Ahora veo que no todo se trata de quién tiene la razón, sino de por qué reaccionamos y como lo hacemos. Comprender estos factores no va a evitar todos los conflictos, pero sí puede ayudarnos a enfrentarlos con más empatía y menos impulsividad ante ellos.
A fin de cuentas, todos llevamos cosas dentro que los demás no ven, y todos estamos expuestos a un mundo que muchas veces no controlamos. Aprender a equilibrar lo interno con lo externo, para mí, es una forma de crecer como persona y de convivir mejor con los demás
cabe destacar que cada persona es distinta y tiene ideas y maneras diferentes de ver la vida por Ender debemos respetar su manera de pensar
FRASE: SOMOS AQUELLO QUE HACEMOS, NO LO QUE DECIMOS
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